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viernes, 1 de junio de 2012

Dueles en el alma, pero algún día dejarás de hacerlo.

Cuando amas a alguien intentas verlo feliz por todos los medios. Se lo demuestras con un abrazo, un beso, una llamada inesperada, un beso de buenas noches, un mensaje de buenos días. Consideras que sus problemas son los tuyos haciéndole saber que necesitas saber todo lo que pasa por su cabeza. Cuando amas a alguien adoras cada detalle de su piel, cada lunar, cada poro de su piel. Y además se lo haces saber, es algo que te sale sólo. Es algo inevitable, cero incontrolable. Y es verdad éso que dicen de que amas hasta sus defectos, yo mejor que nadie lo sé. Amé cada desprecio, cada beso que no me dio, cada te quiero que no quedó respondido. Amé hasta cuando le decía después de días sin vernos que lo echaba de menos y él ni si quiera se inmutaba. Lo amé, lo amé tan profundamente que dolió en el alma. Sobretodo cuando soltó mi mano para agarrar la suya. Éso sí que dolió. Y todavía duele. 

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